Me creo sabia sin serlo porque ya sé lo que no podré hacer: me bebí todo ese tiempo y todavía me queda un trago para apagar incendios mientras me retiro sin quejas por la calle mal iluminada de ese barrio alambrado de sueños en el que todos duermen salvo yo; y los perros.
Mi sueño era simple. Se basaba en el incendio de una plantación de marihuana y lluvia ácida que desintegrase nuestra ropa.
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